Conocemos a Cerdà por ser el autor del Plan de Ensanche de Barcelona. Sus estudios teóricos acerca del fenómeno de la ciudad contemporánea le han valido el título de pionero del urbanismo moderno. Pero son menos conocidas su trayectoria política y su aportación original a la ordenación del territorio.
Cerdà forma parte de una generación que, procedente del campo del saber técnico, científico y de la cultura, se adscribe en mayor o menor implicación a la política de su tiempo. Ingeniero de Caminos de formación, manifiesta su fascinación por los avances técnicos que harán posible el progreso de la sociedad. Para él, las ciudades son el lugar en el que emergen los conflictos de la nueva civilización que está naciendo y que pone en evidencia la necesidad de una intervención técnica eficiente dirigida a la modernización de los procesos urbanos.
La evolución ideológica de Cerdà le define como un reformador social. Entusiasmado de joven por la revolución liberal que vive en Barcelona, se vincula al Partido Progresista en su etapa de plenitud profesional, cuando formula técnicamente la operación urbanística del Eixample de Barcelona. Su identificación como técnico y como político es el resultado de una visión esencialmente pragmática de la realidad, que le acompañará a lo largo de toda su vida. En su madurez, Cerdà alcanza el máximo grado de representación política al ocupar el cargo de presidente de la
Diputació de Barcelona dentro de las filas del republicanismo federal. Es en aquel momento que realiza su interesante propuesta de ordenación territorial de la provincia de Barcelona, la “Confederación Regional de Municipios”, basada en una urbanización racional del territorio a partir de un sistema extensivo de comunicaciones.
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